La pandemia generada por #COVID-19 y su impacto en el ámbito empresarial y económico, ha irrumpido con fuerza tanto en la manera de trabajar como en la modificación y transformación de hábitos personales/familiares.
A modo de datos, durante el mes de abril la afiliación media a la seguridad social cayó en 548.903 personas y el Gobierno cifra en 3,9 millones a los trabajadores afectados actualmente por un Expediente de Regulación de Empleo (ERTE) a consecuencia de la pandemia.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que más de un 25% de la población sufrirá algún trastorno de salud mental en algún momento de su vida, por lo que será la segunda causa de enfermedad e incapacidad en Europa en el año 2020, datos altamente preocupantes si tenemos en cuenta que aún está por descifrarse el impacto que esta crisis está generando en el ámbito emocional.
Millones de personas han perdido total o temporalmente su empleo y otros muchos han tenido que aprender a trabajar desde sus casas para respetar el confinamiento. La gestión de asuntos profesionales a través de correo electrónico, teléfono, vídeo llamadas, webinar, etc., se ha colado casi por obligación en nuestros hogares “invitándonos” a salir de nuestra zona de confort para enfrentarnos a escenarios altamente cambiantes, muchas veces ambiguos, otras incluso contradictorios y sin apenas tiempo de asimilación.
Si a esto le sumamos las diferentes situaciones familiares y personales que hemos vivido como cuidado de personas ma
yores y niños, contacto con la enfermedad, duelo, …, y lo metemos en una coctelera, tenemos el kit completo para que un elevado porcentaje de la población padezca un desajuste emocional y psicológico. Y es que, el esperado regreso al trabajo, más allá de ser motivador y necesario, genera una elevada sensación de angustia e incluso de miedo ante la vuelta a la esperada “normalidad”.
En este contexto es crítico que las organizaciones se pregunten cómo va a ser esa reincorporación, no sólo física sino muy especialmente a nivel emocional. Contar con directrices elaboradas por los departamentos de prevención o con las guías de buenas prácticas de retorno al trabajo diseñadas por el Gobierno, sindicatos, comunidades autónomas, etc. es fundam
ental para, entre otras cosas, garantizar la contención del virus y evitar nuevos contactos, sin embargo no es suficiente.
En los próximos días las personas regresaremos a nuestros puestos de trabajo con una notable ambivalencia entre la “tranquilidad” que supone la vuelta a la ansiada “normalidad” y el desgaste cognitivo, emocional y fisiológico al que nos hemos enfrentado durante estas cerca de ocho semanas.
Y es que nos vamos a encontrar con compañeros que están atravesando procesos de duelo de familiares a los que ni siquiera han podido acompañar durante sus últimas horas, personas como tú y como yo que se sienten bloqueadas ante la posible amenaza del contagio, con miedo a salir a la calle e incluso con la imposibilidad de dejar a sus hijos o personas dependientes al cuidado de otras personas.
Es por ello por lo que la pregunta que me surge es ¿estamos seguros de que nuestros empleados se encuentran psicológicamente preparados para retomar sus competencias profesionales?.
La gestión emocional de nuestros colaboradores cobra hoy en día un protagonismo merecido y ampliamente olvidado en muchas organizaciones. Nos preocupan el ebitda y los resultados, el acceso a ayudas, subvenciones o préstamos, los plazos para el pago de impuestos, las nuevas normativas… y en este escenario, ¿qué lugar ocupan las personas que, como los sanitarios, los transportistas, los cajeros… están en primera línea de batalla dando lo mejor de sí mismos y, por lo tanto, contribuyendo a sacar a flote la empresa?.
Para nosotras las personas están en el corazón de la gestión de la crisis, son sus manos, sus ojos, sus pulmones… son los verdaderos protagonistas de una historia aún no escrita que puede ser exitosa o por el contrario acabar en un terrible fracaso.
En este contexto, como gestores de personas y, por lo tanto, de su salud e integridad física, laboral y emocional, tenemos el reto y la responsabilidad de acompañar psicológicamente a nuestros equipos y para ello contamos con las siguientes herramientas:
- Seguimiento proactivo del bienestar de la plantilla con evaluaciones permanentes del impacto de la crisis en las personas. Los líderes deberán trabajar no sólo por y para las personas sino más específicamente con las personas.
- Creación de entornos de confianza en los que los trabajadores se sientan seguros, con iniciativas para garantizar la salud y seguridad física y psicológica en el trabajo.
- Comunicación bidireccional constante y contínua:
- formal que reduzca la incertidumbre .
- informal que fomente las relaciones interpersonales y la transmisión de situaciones preocupantes o desmotivadoras y en la que se habiliten espacios colaborativos virtuales.
- Adecuación de cargas de trabajo, sobre todo ahora que posiblemente la plantilla se haya reducido.
- Adaptación y/o creación de nuevos procesos, funciones, protocolos de trabajo,.., adaptados a la situación actual en el corto y medio plazo.
- Establecimiento de planes de conciliación flexibles y eficaces que garanticen la compatibilidad entre los requisitos profesionales y personales.
- Liderazgo próximo, sensible, transparente y con vocación de servicio – ayuda que contribuya a generar estabilidad.
- Creación de un Comité de crisis multidisciplinar, visible y accesible a todos los empleados que tome decisiones críticas sobre el negocio y sobre las personas.
- Impulso de la formación en habilidades inter e intrapersonales así como en herramientas agile que activen la interacción entre los equipos de trabajo.
Es en momentos difíciles cuando un liderazgo hábil, efectivo y, sobre todo, humano, más se necesita. El coronavirus nos pilló desprevenidos e incluso sin querer mirar ni escuchar lo que ocurría en otros países. Fuimos complacientes y confiados pensando en que a nosotros no nos sucedería lo mismo y, sin embargo, aquí y así estamos hoy en día. No es momento de improvisar ni de mirar para otro lado, es momento de responder a la situación, recuperarnos de ella y prosperar aprovechando las oportunidades y desafíos a los que nos enfrentamos, de tener una nueva mirada hacia nuestros equipos y hacia nosotros mismos, porque esto acabará y regresará la tan ansiada normalidad que, paradójicamente, nunca volverá a ser normal.
Formadora y Ceo-Founder Beready Effective Crisis Management