La formación es sin duda una de las bases del desarrollo de personas dentro de las organizaciones, en España nos queda mucho camino por avanzar desde interiorizar la necesidad de gestionar presupuestos y una planificación adecuada para dotar a las empresas de programas operativos y de calidad. Para ello cuándo tenemos que desarrollar un programa es muy importante tener en cuenta y cuidar algunos aspectos: alumno, objetivos, contenidos, formador, medios, modalidad, etc. Y entre todos ellos un aspecto esencial para conectar con la audiencia es la metodología docente aplicada.
Tal y como las formas de trabajar van evolucionando, las metodologías que aplicamos en la formación, si queremos que funcionen, deben adaptarse a los cambios que los modelos de aprendizaje, el entorno económico, la tecnología y las personas van marcando.
Entre las metodologías de aprendizaje, con la que trabajamos en algunos programas, quería focalizar en la denominada como “aula invertida” o “clase invertida”, que viene de la acepción inglesa flipped clasrroom. Se trata de una solución que idearon a finales de los 90 dos profesores de química, para evitar que los alumnos se perdieran las clases dada la falta de asistencia. Jonathan Bergmann y Aaron Sams pensaron que si grababan los contenidos que pensaban impartir durante esa clase y los distribuían entre los alumnos para que los vieran antes de la clase, después en el aula podrían dedicarse a resolver dudas y poner en práctica todo el temario, haciendo más atractiva la asistencia.
El objetivo principal de este modelo pedagógico es que el alumno, al ver los contenidos y conocimientos antes de ir a la clase, durante la misma pueda centrarse en comprender el contenido y además ponerlo en práctica, consolidando el aprendizaje con ayuda del profesional docente. De esta forma, la participación en el aula se hace más activa, ya que al conocer la materia pueden plantear dudas, generar discusiones y resolver actividades.
En cuanto a las herramientas a utilizar para transmitir el contenido previamente, se puede elegir entre muchos tipos de recursos. El vídeo es uno de ellos, pero también es posible utilizar podcast, infografías, visualización de webs o blogs concretos, lecturas, etc. En definitiva, cualquier herramienta que nos permita transmitir conocimiento sin estar presentes.
Una vez comienza la clase con el profesor, el alumno podrá prestar mayor atención porque ya tiene los conocimientos de lo que se va a tratar ese día, ya sabe a qué atenerse y es posible que se le hayan generado dudas que quiera resolver. Además, el docente puede plantear nuevas cuestiones, para mayor reflexión por parte del alumnado.
Por otro lado, se pueden plantear casos prácticos en la clase para que los alumnos los resuelvan por su cuenta o en grupos, desarrollando así además habilidades personales, como trabajo en equipo y liderazgo. También esto permite al profesor centrarse en las personas, tratar con cada uno de ellos resolviendo las dudas y trabajando esos aspectos que a cada uno le generen más problemas.
Según la taxonomía de Bloom, este modelo abarca todas las dimensiones de aprendizaje (afectiva, psicomotora y cognitiva), al adquirir conocimientos y también habilidades. Por un lado, ayuda al alumno a adquirir conocimiento al ser capaz de recordar lo que ha aprendido por su cuenta y aplicarlo en la clase. Consigue que la comprensión del alumno, ya que lo termina trabajando con el profesor asentando los contenidos en su mente. Aplica y analiza todo lo que ha aprendido, ya que durante la sesión el docente puede proponer casos prácticos para resolver en ese momento, ya sea de forma individual o en grupo.
Es importante asumir que cuando trabajamos en empresa con adultos y directivos, con agendas siempre complejas, debemos tener algunos aspectos para que la metodología funcione:
- Dotar de una plataforma educativa sencilla y ágil para compartir contenidos.
- Facilitar una buena comunicación previa con la organización para asegurar información y ajustar los contenidos al entorno laboral de los participantes.
- Seleccionar adecuadamente el volumen de contenidos a compartir.
- Asegurar un adecuado seguimiento para verificar que se ha realizado el trabajo previo.
- Utilizar fórmulas mixtas formativas adaptadas a la realidad de los alumnos y la empresa.
- Contar con facilitadores experimentados en la metodología y con “tablas” para conducir adecuadamente las sesiones.
Todo esto conlleva ventajas, como las que señalo a continuación:
- Desarrolla la capacidad de reflexión y actuación ante los retos que propone el profesor, generando un entorno de aprender haciendo, crítico para la interiorización de contenidos en los adultos.
- Mejora competencias críticas como la comunicación, el trabajo en equipo o el liderazgo.
- Facilita la participación e implicación del alumnado con la materia.
- El profesor puede interactuar más con los asistentes y generar debates enriquecedores ajustados a la realidad organizativa.
- Los alumnos disponen de un material al que pueden volver a acceder cuando lo requieran.
- Genera un ambiente de aprendizaje colaborativo.
- Da mayor espacio a la creatividad en el aula, al plantear retos que los alumnos pueden resolver en base a sus conocimientos y experiencias.
- Permite una distribución de las mesas no lineal, dando mayor espacio a la colaboración.
Para finalizar es importante señalar que son las metodologías las que están al servicio de las personas y las organizaciones y no al revés. Por ello es tan importante escuchar y comprender la compañía, el entorno, los objetivos pedagógicos y los participantes cómo tener la experiencia y capacidad para conducir adecuadamente el programa formativo.
José Antonio Carrión.