Te despiertas, te haces un café, enciendes el ordenador y ya estás en clase. La aplicación de las nuevas tecnologías a la formación ha supuesto un gran avance en cuanto a la adquisición de competencias a través de E-Learning. El formato presencial ata, en el tiempo y en el espacio, al alumno; por lo que la formación online presenta muchas y diversas ventajas que suponen una ruptura con el modelo tradicionales. Es flexible, por lo que puedes formarte en cualquier lado donde cuentes con conexión a internet; es más rápida, ya que las clases las tienes cuando más te conviene y no en un horario fijo; y, por supuesto, es más barata, por menores gestiones de logística. Sin embargo, tiene un factor en contra. Si ya es difícil mantener la atención del alumnado en una clase presencial, en una online, apaga y vámonos. A las típicas distracciones – ruidos, movimientos, objetos a nuestro alrededor – se le suma el factor de sentirse, y nunca mejor dicho, como en casa.
La comodidad del curso Online juega totalmente en contra del formador. Diferentes estudios reflejan que, si el curso es de pago, un 30% de los alumnos abandona por el camino y, si es gratuito, deserta el 90%. Para entender el por qué de esto podemos comparar la atención que se presta en una llamada por teléfono o a lo escrito en un correo. La llamada, al ser transitoria, nos obliga a centrarnos en lo dicho, poniendo todas nuestras energías en sintetizar lo escuchado para no olvidar detalles importantes, muchas veces tomando notas para asegurar. En un correo, la información está ahí, no se mueve y sabes que puedes volver a ella las veces que lo necesites. Ese efecto causan los cursos Online. Al tener la seguridad de que todos los contenidos del curso son “consultables” al 100%, tendemos a relajarnos. Inconscientemente perdemos capacidad de concentración y tras una serie de módulos podemos percatarnos de que no hemos retenido nada de lo explicado.
Las claves para conseguirlo
A pesar de todo, tranquilos, existen formas de asistir a un curso online satisfactoriamente. Pero aquí, como en cualquier relación, el éxito es cosa de dos. Formador y alumno deben poner de su parte, y suplir el vacío que se interpone entre ellos a través de contacto y concienciación con la formación.
El formador debe entender que las clases online no pueden seguir el formato tradicional. Son necesarios más ejemplos, más historias que ejemplifiquen sus palabras y anclen la información a las mentes de los alumnos. Las píldoras informativas que se proporcionan en las clases deben ser unidades capaces de ser asimiladas con su visualización o lectura. El formador debe, por lo tanto, ser capaz de proporcionar al alumno las mismas herramientas, o más, para el traspaso de conocimientos que si lo tuviera enfrente cara a cara.
Pero, obviamente, el esfuerzo del formador no viene solo. El alumno,básicamente, debe tener ganas de aprender. Sin eso, es imposible, y más aún en clases no presenciales. Al no percibir motivación de factores externos, la totalidad de ella proviene del propio individuo, y la automotivación supone dar un extra de esfuerzo. Hay que darle las características de un curso presencial: si no cuenta con fecha límite, se la damos; si no hay un examen que compruebe nuestros conocimientos o tareas que los refuercen, nos ponemos nosotros mismos a prueba. Si se tienen ganas de aprender, no hay excusa que valga, solo debe haber constancia.
Queda claro que el Online no es para cualquiera, aunque el requisito para conseguir acabar un curso de este tipo con éxito es sólo uno y muy simple: querer es poder.
Alba Lúa Martín