¡Todo el mundo tiene derecho a tener un buen jefe!. Con esa frase daba comienzo el profesor Roberto Rodríguez a la sesión sobre comportamiento organizativo en el MDDe. Realmente es una pregunta que no nos hacemos y deberíamos. ¿Por qué no iba a merecerme un buen jefe? ¿Tengo un buen jefe? ¿Soy buen jefe? ¿Cómo de importante es tener un buen jefe? Suele asumirse que al entrar en una empresa a trabajar quedarás a las órdenes de alguien que te toca en un juego de azar al estilo de la ruleta rusa. Ella o él estará arriba y tú abajo, totalmente a merced de sus antojos y emociones. Pero eso no tiene porqué ser así.
Rodríguez comparaba a las empresas con orquestas. Son necesarios diferentes tipos de instrumentos para que nada chirríe dando siempre la misma nota, pero tan importante como la variedad de instrumentos es la presencia de un director que los haga trabajar en armonía. Ese director de orquesta tiene que esforzarse en motivar la búsqueda del talento en cada uno de sus músicos, pero como cada uno tiene un instrumento diferente, tendrá que esforzarse en encontrar un sistema personalizado para cada uno. Un buen jefe debe saber apreciar el camino intermedio que fluya entre el estrés y el aburrimiento para cada uno de sus empleados.
El trabajo hasta ahora, por influencias de la era industrial, se había visto en muchos casos como un medio más que como un fin. El sistema laboral global está de hecho basado claramente en una predominancia de los empleos del ¡hemisferio izquierdo!. Trabajos mecánicos, lógicos, basados en aptitudes matemáticas que, a pesar de su complicación, dan resultados de blanco o negro. Las empresas externalizan cada vez más sus procesos industriales porque la globalización concede la oportunidad de abaratar los costes en países a miles de kilómetros de distancia.
Seguir compitiendo en ese mercado es imposible sin bajar la calidad, tanto de la vida personal como la laboral, por lo que la clave está en darle un valor añadido. Un valor de hemisferio derecho. Rodríguez afirmaba entonces que existen dos momentos importantes en la vida: por supuesto, aquel en el que naces, pero el siguiente es aquel en el que te das cuenta de para qué has nacido.
¡A largo plazo es más rentable trabajar para agradar a los demás!, decía Rodríguez. Y eso realmente es posible cuando conoces a las personas que trabajan para ti. El 99,88% del tejido empresarial español está formado por PYME, según el retrato de 2013. La importancia de la motivación en esas pequeñas empresas que luchan contra la competencia de las multinacionales es un importante valor añadido a la misma. Y es que, al fin y al cabo, vale más el trato amable de una persona, que el precio económico de un trabajo.