Es cierto que no existe una segunda oportunidad para dar una buena impresión, pero en mi opinión también debemos tener en cuenta y sobre todo a nivel empresarial, que si no has podido hacerlo bien la primera vez, hazlo mejor la segunda. Por el simple hecho de equivocarnos o perder una oportunidad, no tenemos por qué estar irremediablemente abocados al fracaso.
El error es consustancial a la toma de decisiones, quien no se equivoca nunca es porque muy probablemente no toma decisiones o las que toma son muy poco arriesgadas, pues incluso los mejores se equivocan y piden perdón.
Se nos suele llenar la boca al hablar de innovación, creatividad, proactividad,…, pero para que todos estos conceptos sean algo más que palabras deberemos empezar por crear una cultura donde el error no se castigue per se, sino que se aprenda de los fallos.
Sin embargo, parece que en nuestra sociedad, lo más habitual suele ser lo contrario, enseguida tendemos a emprender la búsqueda de culpables y castigos al tiempo que intentamos desesperadamente esconder nuestra responsabilidad si la tenemos, en vez de buscar primero una solución al problema y vías o sistemas para evitarlo en el futuro después. Un excelente ejercicio de análisis y sinceridad es el que protagonizó Hugo Pardo Kuklinski al publicar abiertamente las causas de su fracaso empresarial.
Desde mi punto de vista, una buena gestión de los errores puede ser una fuente de ventajas competitivas que nos diferencie de la competencia y nos abra las puertas de la mejora. Por ejemplo Thomas Alva Edison lejos de decir que se equivocó 999 veces antes de dar con el invento, afirmaba que ya sabía cómo no fabricar una bombilla de 999 formas.
Y vosotros, ¿os desanimáis con los errores? ¿os atrevéis a contarnos cuáles han sido vuestros mayores fracasos y qué lecciones habéis sacado de ellos?
Imagen de Flickr; autor Nick J Webb; Creative Commons